Elpidio González, te va a sorprender este político.

ELPIDIO GONZALEZ

ELPIDIO GONZALEZ

Esta historia la encontré en TARINGA.NET, y realmente me sorprendió. Sin duda porque hoy en día no es fácil encontrar políticos que  dediquen su vida a: «servir a la Nación con desinterés personal, y después de disfrutar el honor de haberlo hecho”. Según sus propias palabras. 


Este hombre nació en Rosario, Santa Fe, el 1 de agosto de 1875, fue un hombre honesto, un político de los de antes que murió en la extrema pobreza el 18 de Octubre de 1951 en Buenos Aires. Pero aunque no llegó a verlo, fue el que permitió que una gran cantidad de políticos ( ¡de los de ahora! ) puedan vivir del erario del estado por el solo hecho de haber tenido un cargo público electivo durante un pequeño puñado de años. 

Esta es la anécdota de cómo «nacieron» las jubilaciones de privilegio: 

Después de haber trabajado en política toda su vida y de haber ejercido varios cargos públicos, entre ellos Vicepresidente en la presidencia de Alvear, se retiró de la política y nadie supo más de él. 

Cierto tiempo después un diputado en funciones lo vio en las recovas de Once, con una valija, vendiendo betunes, pomadas y cosas afines, por lo que se dijo: “no puede ser que alguien que ha dado tanto por la Patria viva en estas condiciones”. Presentó en el Congreso una Ley que permitiera darle al viejo político una vejez decente y así fue aprobada la primera Jubilación de Privilegio. 

Pero he aquí lo más sabroso de esta historia: Cuando le fueron a dar la noticia al viejo caudillo, éste la rechazó diciendo: “que mientras tuviera dos manos para trabajar, no necesitaba limosnas”. 

tranviaUna anécdota en un tranvía:

Cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía. 

Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro. 

“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío. -le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.

El anciano contaba ahora, algunas monedas que había obtenido de la venta del día. 

-Y sí, es él, -pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear… el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Sí, era Elpidio González. 

El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él:

-Si no la uso para limosna, la usaré para comer.

Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse. – ¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero-, sírvase guardar el libro que le agrada a usted.

Sería un honor para mí que lo aceptara.

El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad: 

Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas:

“…y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita… ”

Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza- guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.

Un hombre olvidado, quizás, porque es un espejo en el cual muy pocos -o acaso nadie en la política argentina de hoy- pueda mirarse… ELPIDIO GONZALEZ 


Recordemos:

… rechazó toda pensión del estado que le correspondiera y había sido: diputado nacional, ministro de Guerra, jefe de Policía, vicepresidente de la República, ministro del Interior y, finalmente, preso político durante dos años, tras el derrocamiento del gobierno democrático de Yrigoyen, que integraba.

“ Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material. Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad ”. 

La Nación ( Octubre, 1951)

A comienzos de 1951 fue sometido a una intervención quirúrgica en el Hospital Italiano donde permaneció convaleciente durante seis meses. Era un eufemismo, no tenía dónde ir a vivir ni quién le prodigara cuidados a su edad. Allí falleció el 18 de octubre a las 4,25 hs., rodeado del afecto de su ahijado Tito Anchieri , Orozco que fuera colaborador suyo desde los tiempos de la Jefatura de Policía, Carlos Borzani e Ismael Viñas.
El gobierno decretó duelo oficial por dos días. Sus restos mortales fueron velados en la sede partidaria de la U.C.R. y llevados al cementerio de la Recoleta.
Su inhumación constituyó una apoteosis de su trayectoria política y su conducta civil. El féretro conteniendo sus restos mortales fue depositado en el panteón del Monumento a los Caídos en la Revolución del ’90, junto a Alem e Yrigoyen.
Como legado de su personalidad política y su compromiso cristiano dejó indicado en su testamento que sólo deseaba «ser enterrado con toda modestia, como corresponde a mi carácter de católico, como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma».

 
 Don Elpidio González. Un buen ejemplo para los políticos de hoy…No te parece?