No hay límites, en la medida en que uno se proponga algo

Loreley Gaffoglio

Loreley Gaffoglio

Nelson Castro

Nelson Castro

Las otras cicatrices de Nelson Castro (por Loreley Gaffoglio)

La inesperada reacción de la gerencia de un canal noticioso ante el debut televisivo del periodista y analista político determinó su futuro.

Fue una enfermedad infecciosa muy poco frecuente, provocada por una bacteria de origen desconocido, que lo acechó a los 15 días de nacer. El tratamiento fue el inadecuado, hubo mala praxis y la afección se propagó de manera veloz. Los padres, Nelson Manuel y Elsa Castro, escucharon el diagnóstico con entereza: su primogénito padecía erisipela gangrenosa. Había que operar. Extraer los tejidos infectados. El médico fijó las prioridades: salvarle la vida al bebé, primero, y reconstruirle el cuello para que gozara de una movilidad normal, después. El bebé estuvo en coma durante 15 días y a aquella cruenta cirugía la sucederían otras seis más, durante los próximos 14 años.

Nelson Castro, el periodista, el neurólogo, el músico, tuvo un precoz encuentro con la medicina y una lucha temprana contra la adversidad. En el colegio católico de Villa Pueyrredón el chico aprendió, también con celeridad, a reafirmarse frente a sus compañeros: las cicatrices visibles en el cuello, que él jamás ocultó, azuzaban la curiosidad infantil. Siempre había preguntas. Más aún, a medida que esas marcas iban mutando, atenuándose con las diferentes cirugías reconstructivas y plásticas que padeció. Las cicatrices entonces se convirtieron en una marca de identidad. En el símbolo biográfico de una lucha profunda. En la templanza como respuesta (o como arma de defensa), el lenguaje caracterológico que lo moldeó.

Corría el año 1991 y Nelson Castro ya era una voz encumbrada en la radio. Había descollado en el periodismo deportivo y político, abandonado los medios y se había reinsertado en la profesión luego de una pausa mediática que lo llevó, gracias a una beca, a especializarse en neurología en EE.UU.

Acostumbrado a los desafíos, quería ir por más. La oportunidad llegó en septiembre de aquel año cuando una productora independiente lo convocó para hacer unos micros televisivos de temas médicos en Cablevisión Noticias (CVN), el desaparecido canal noticioso de Eduardo Eurnekián.

La mirada de los otros

El salto de la radio a la pantalla chica suponía un crecimiento profesional. Castro grabó cinco pilotos y los productores quedaron más que conformes con el potencial conductor.

El día indicado, entusiasmado con su incursión en TV, Castro llegó a la sede de la emisora y los productores que allí esperaban, lo atajaron.

-El gerente administrativo del canal quiere verte -dijo, lacónico, el productor.

Ya en el despacho, apenas Castro ingresó, el hombre le espetó:

-Mirá, Nelson, los micros están muy bien. Pero vos con esas cicatrices no podés trabajar en televisión. Ni aquí ni en ningún otro canal -anunció, lapidario.

Ni tacto, ni delicadeza, ni ningún tipo de atenuante hubo en aquella sentencia firme, proferida con desprecio y desdén.

-Quiero advertirte también, que no sólo no vas a hacer estos micros, sino que olvidate de que alguien, jamás, te contrate en TV. Las cámaras y el público no se llevan bien con tus cicatrices -prosiguió.

Impasible, Castro no lo interrumpió. Luego, con imperturbable serenidad, sentenció:

-Mirá, te agradezco mucho tu sinceridad. Pero te quiero decir que mucho antes de lo que vos imagines, yo voy a estar trabajando en TV. En éste o en algún otro canal, porque la gente no buscará mi cara ni mi figura. Se interesará, simplemente, por lo que yo tenga para decir.

Serenidad ante la violencia

«Yo le agradezco a mis padres y al colegio donde fui -cuenta ahora a LA NACION-, por la formación que me dieron: me enseñaron a tomar mis cicatrices como algo absolutamente normal, a convivir con ellas y a responder sobre ellas de forma natural. Difícilmente te desestabilice o te frustre en la adultez aquello que aprendiste a sobrellevar en la niñez.»

Lejos del sabor a derrota, Castro tomó esas palabras como un estímulo para redoblar su apuesta y sumar un nuevo objetivo a su vida profesional. Si la TV no había estado hasta entonces en sus planes, ahora constituía su meta más férrea.

Tres años después, sin conocer los pormenores de aquel «despido anticipado», el gerente de programación y de noticias de CVN, Eliseo Álvarez, convocó a Castro para que condujera el programa periodístico En la mira.

El día que firmó el contrato, en abril de 1994, Castro lo hizo frente al mismo gerente administrativo que lo había desahuciado de poder trabajar en TV. Sus prejuicios -o diagnósticos-, ahora estaban subordinados a las decisiones inapelables de Álvarez, su superior.

Al momento de rubricar el contrato, el hombre pidió disculpas. Castro las aceptó. Y, en ese momento, también recordó cómo aquella negativa desdeñosa había empujado el nuevo objetivo que estaba concretando en ese mismo momento.

«Cuento esto -dice Castro- porque si la cara es un elemento muy fuerte en TV, y es a veces tan restrictiva como lo es la tartamudez en la radio, sé que hay mucha gente con alguna discapacidad o elemento distintivo que anhela llegar a ésta u otras profesiones. Sea en el teatro, la danza, el arte, el deporte, muy probablemente siempre haya alguien o algo que lo impida. Por eso, siempre repito: no hay límites, en la medida en que uno se proponga algo y tenga, claro, cierta capacidad.»

Fuente:
Loreley Gaffoglio . publicado en LA NACION el JUEVES 09 DE JUNIO DE 2016- Textual