MEMORIA E IDENTIDAD

Cuando pensamos en un edificio paradigmático pensamos en algo que identificamos, algo que vemos cotidianamente, o no, pero que el solo mencionarlo nos lleva a reconocer un determinado lugar en cualquier lugar del mundo, incluso en nuestro barrio. El barrio, ese lugar que conocemos porque vivimos ahí, conocemos la casa de… o el negocio de fulano o el kiosquito de mengano, la iglesia y los domingos con gente en su atrio luego de la misa. Los aromas que se escapan por las ventanas de las casas vecinas que distinguen,  el asado de los fines de semana, la salsa para las pastas por si llueve, las milanesas de los miércoles, todos tan intangibles pero a la vez tan identitarios.

Recorremos nuestro barrio y escuchamos su historia, la de los que lo  fundaron, sus tradiciones,  los edificios que lo caracterizan, los que están y los que las empresas de demoliciones borraron.  Cuando algo que conocimos ya no está, sentimos que nos falta algo pero que nuestra memoria trae al presente y es la que le da a ese patrimonio material o inmaterial  el sentido de pertenencia, porque el hombre necesita pertenecer y proteger su lugar,  sus espacios públicos, recuperar su historia, evitar su polución visual dignificando su memoria y su entorno.

A fines del Siglo XIX nuestro país recibió el 14% de la inmigración mundial, italianos, españoles, ingleses, polacos y  alemanes,  entre otros, traían todo su bagaje de tradiciones, su propia cultura y su idioma. Fueron reuniéndose por nacionalidades para estar juntos, su Patria había quedado atrás, el desarraigo era grande. Surgieron los Barrios y en cada uno de ellos se escuchaban sus himnos, se veían su banderas en las ventanas, seguían hablando su idioma, pero los hijos de esos inmigrantes tuvieron que concurrir a la escuela y todo, como una gran Babel, se fue mezclando. Fue ahí cuando el Gobierno Nacional decidió recuperar la identidad de los argentinos. Se celebraron las  fiestas patrias argentinas, se creó una canción para la bandera, se fundaron museos escolares y en cada ciudad también los abrieron, por eso surgen nuestros Próceres, porque se  recuperaron los objetos que les pertenecieron y se contó su historia. Hasta se creó en 1903 el primer Parque Nacional, el Nahuel Huapi,  para defender los espacios y las especies autóctonas que se estaban perdiendo por la introducción de especies foráneas. Había que proteger ciertas áreas que estaban en peligro.  Hasta se delimitaron nuestras fronteras.

En la era de la comunicación, tan importante, tan necesaria para nuestra actual forma de vida, también tiene su parte negativa y peligrosa. La introducción de culturas ajenas a las nuestras provocan que lentamente se vayan borrando algunas de nuestras tradiciones, esa globalización donde todo se unifica, donde no hay fronteras, donde lentamente se borra nuestra historia, nuestra memoria, nos va dejando sin identidad y un país sin historia es un país sin memoria y en consecuencia es un país dominado.

Los Arquitectos Martín Noel  y Alejandro Bustillo consideraban que la cultura de cada país surgía de  las enseñanzas recibidas y de los procesos que fueron surgiendo que le dieron su nacionalidad. América Latina tiene raíces indígenas y una influencia hispánica muy fuertes, manifestadas en la arquitectura y el arte  barroco, que le dieron ese realismo mágico tan particular incluido en su literatura, desde la “raza cósmica” de Vasconcelos

y “el crisol de razas” que el Estado argentino vio como razón a nuestra  Argentina tan sincrética y ecléctica.

Margarita Casas

Mslga. Margarita Casas