Yo conocí un amor distinto en CASA MANU

Conmovedora carta de una voluntaria de Casa M.A.N.U. , Donde define de manera conmovedora su accionar en esta institución .

A continuación  transcribimos la carta de Ivana Parodi con autorización de Silvia Casas.

«No existe Amor más puro que el que se dá sin medirlo» (Silvia Casas)


Yo conocí un amor distinto en CASA MANU

Mi llegada a Casa Manu estuvo regada de aprendizajes, sensaciones, emociones, pero en la experiencia crecí en muchos aspectos. En primer lugar, me di cuenta a los 23 años que era completamente ignorante. Me descubrí a mí misma sabiendo poco o nada sobre el VIH y el SIDA y les puedo asegurar que si cualquier persona que no está en tema decidiera interiorizarse un poco se daría cuenta de lo mismo. Fué impactante, shockeante. ¡No sabía nada! Entendía más o menos cuales eran las formas de transmisión, había visto algunas películas y había estudiado algo en la primaria. En fin, nada. Leí, me interioricé, participé del taller que da Silvia Casas que recomiendo ampliamente y entendí muchas cosas. Nunca antes había tenido en frente la imagen tan clara de haber creído que sabía sobre un tema para enfrentarme a la realidad de mi completa ignorancia. Fué fuerte y aliviador al mismo tiempo. A partir de ahí empecé a leer, a buscar información, a ver más películas. Comenzó mi hambre voraz de conocimiento. Fue el puntapié para querer saber y conocer sobre muchos temas, no solo éste en específico. Fué el principio de una sed de aprender que creo me va acompañar toda la vida.

Pero eso no fue todo. Me di cuenta también que no sabía nada del amor. Porque aquellos que nacimos bendecidos, con la fortuna de crecer en el seno de una familia que nos enseñó a amar, nunca tuvimos que cuestionarnos qué es el amor. Nunca necesitamos aprenderlo (una vez más esa palabra) porque desde que tenemos uso de razón sabemos lo que es. No nos explicaron lo que era, nacimos sabiendo. Porque nos amaron desde el momento mismo de la concepción, o desde que empezamos a mostrar señales de vida más o menos claras. Empezamos a decir «Te quiero» sin necesidad de que alguien nos explicara el concepto. Ya sabíamos lo que era. ¿Qué fuerte que no sea la realidad de todos no? No es algo natural, nos criaron pensando que lo era, pero al fin y al cabo es algo que se enseña y que se aprende. Yo conocí un amor distinto en Casa Manu. El amor de «soltar» esa palabra que está tan de moda y que sin ánimos de utilizarla de forma irresponsable creo que es la que mejor cabe a esta cuestión. Porque el amor cotidiano al que estamos acostumbrados no suelta nada. A tu familia, a tus amigos, a tu pareja, a tus perros, a todos ellos los amas. Y por eso querés estar con ellos toda la vida. Compartir, vivir, estar, sentir. No te bancas la ausencia. Pero este amor es diferente, es pasajero, pero para toda la vida. Es increíblemente fuerte y resistente. Es imposible de olvidar, es inmediato, es diferente. Ni mayor ni menor a otros. Diferente. No es egoísta, no pide ni exige nada. No quiere agarrarles la mano para siempre, quiere soltarla para que vuelen alto, para que vayan en busca de esa felicidad que tanto se merecen. Cuando la misión está cumplida solo querés saber que todo está bien y a partir de ahí a seguir amando a los que quedan. Ojalá todos pudieran sentir ese amor incomparable en forma e intensidad. Ojalá la vida les regale un poco de ese aprender a amar. Porque al final del camino el amor se siente porque se aprende, porque se encuentra. Y yo lo viví cuando empecé en Casa Manu. No sabía que existían amores así. Era ignorante también en eso.

Amé mucho, amé fuerte y voy a seguir amando para siempre porque es lo mejor que puedo hacer. Recibí las palabras más maravillosas que alguna vez pude escuchar de la boca de un niño. Lloré, abracé, consolé, me sentí fuerte, me sentí útil e inútil, me sentí amada. Me equivoqué. Me esforcé. Puse todo de mí. Hice lo mejor que pude y nunca me guardé nada para mí. Hice muy poco, pero si me preguntan en qué hubiera invertido el tiempo que doné no podría decir que en otra cosa. Fué el tiempo mejor dedicado. Me voy sin irme, con el corazón lleno, la memoria repleta y el alma sana.

Ivana Parodi